Derechos humanos, libertad individual, dignidad de la persona, son temas siempre presentes en los discursos de nuestros dirigentes políticos y sociales, pero en el momento de plasmarlos en acciones concretas: programas, proyectos, leyes ¿son tenidos en cuenta?. Para clarificar el término dignidad de la persona leamos lo que la respecto, nos dice la Constitución Pastoral “Gaudium Et Spes” (sobre la Iglesia en el mundo de hoy -1965-). “Una sociedad justa puede ser realizada solamente en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana. Esta representa el fin último de la sociedad, que está a ella ordenada. En ningún caso la persona puede ser instrumentalizada para fines ajenos a su mismo desarrollo….la persona no puede estar finalizada a proyectos de carácter económico, social o político”.
Los católicos debemos asumir la responsabilidad que nos compete como ciudadanos, y participar activamente en la sociedad, haciendo escuchar nuestra voz en todas aquellas oportunidades en que creemos que nuestra opinión puede ser valiosa a la hora de aportar ideas, argumentaciones, información que contribuya a la defensa del derecho a la vida y a la dignidad de nuestros hermanos, especialmente de aquellos que menos tienen y menos pueden.
En la Carta Encíclica “Evangelium Vitae” -1990- Juan Pablo II nos decía: “Nadie puede abdicar jamás de su responsabilidad, sobre todo cuando se tiene un mandato legislativo o ejecutivo, que llama responder ante Dios, ante la propia conciencia y ante la sociedad entera de decisiones eventualmente contrarias al verdadero bien común. Si bien las leyes no son el único instrumento para defender la vida humana, sin embargo, desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres”.
“La Iglesia sabe que, en el contexto de las democracias pluralistas, es difícil realizar una eficaz defensa legal de la vida por la presencia de fuertes corrientes culturales de diversa orientación. Sin embargo, movida por la certeza de que la verdad moral encuentra un eco en la intimidad de cada conciencia, anima a los políticos, comenzando por los cristianos, a no resignarse, y adoptar aquellas decisiones que, teniendo en cuenta las posibilidades concretas, lleven a establecer un orden justo en la afirmación y promoción de la vida. Es necesario poner de manifiesto que no basta con eliminar leyes inicuas. Hay que eliminar las causas que favorecen los atentados contra la vida, asegurando sobre todo el apoyo debido a la familia y la maternidad: la política familiar debe ser el eje y motor de todas las políticas sociales. Por tanto, es necesario promover iniciativas sociales y legislativas capaces de garantizar condiciones de auténtica libertad en la decisión sobre paternidad y maternidad; además, es necesario replantear las políticas laborales, urbanísticas, de vivienda y de servicios para que puedan conciliar entre sí los horarios de trabajo y los de la familia, y sea efectivamente posible la atención a los niños y a los ancianos”.Sin dudas, en este documento encontramos una propuesta concreta para eliminar las causas que favorecen las variadas formas de atentados contra la vida y la familia. Si bien es un llamado especialmente a los que tienen mas responsabilidades, por la función que desempeñan en la sociedad, no debe ser ajena a nuestro compromiso ciudadano: ¿nos animamos a trabajar en esa dirección? ¿Participamos en la elaboración de propuestas para mejorar la situación de tantas familias en las que el desempleo, la pobreza, la desnutrición, el analfabetismo, las está destruyendo? ¿O preferimos la crítica, y el no te metas? De nuestra coherencia entre fe y vida dependerá la respuesta.
viernes, junio 16, 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario