POLÍTICA Y BIEN COMÚN
En nuestro país, la sociedad está viviendo un especial tiempo político: la proximidad de las elecciones ha movilizado a toda la dirigencia política en busca de acuerdos, alianzas, pactos; pero la ciudadanía observa con actitudes en algunos casos expectantes, en otros, asombrados por los cambios operados, y un tercer grupo con mucha indiferencia.
Por todo esto, es oportuno indagar en el Pensamiento Social de la Iglesia que puede orientar nuestra reflexión acerca de la finalidad de la Política.
Los Obispos argentinos nos decían en noviembre del año 2000 en el documento RECREAR LA VOLUNTAD DE SER NACIÓN que “la nobleza y la necesidad de la política como expresión eminente de la caridad social, reclama de los políticos y de la dirigencia, compromiso y virtudes superiores que permitan recobrar la confianza y alcanzar el bien de la sociedad entera”.
Y GAUDIUM ET SPES (Constitución Pastoral para la Iglesia en el Mundo de Hoy, año 1965) nos recuerda que el Bien Común es “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social, que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección”.
Más adelante nos aclara que el Bien Común “afecta la vida de todos y comporta tres elementos:
1-Respeto a la persona y todos sus derechos
2-Exige el bienestar social y desarrollo del grupo (atendiendo a todas sus necesidades)
3-Implica, finalmente, la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo”.
Sabemos que la realización más completa del Bien Común se verifica en la comunidad política, siempre que ésta sea entendida como la herramienta para el logro del mismo y nunca como instrumento para obtener beneficios personales, sectoriales, corporativos o que se transforme en una simple lucha por el poder.
En nuestra realidad social actual, la política y los políticos ¿están trabajando por el Bien Común? ¿Con qué proyectos? ¿Con qué propuestas? ¿Con qué conductas? Según sea nuestra respuesta, cada uno de nosotros, superando la indiferencia, debemos participar como ciudadanos comprometidos con nuestro tiempo, y demandar a nuestra dirigencia comportamientos acorde con el espíritu de una democracia donde predominen los valores que sustentan el Bien Común.
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