Hay miles de historias desdichadas que nos rodean y nos interpelan a diario, en el sentido de tocarnos el corazón a través de compartir el dolor de la desgracia ajena. Y la historia de Eugenia Valenzuela y sus 7 hijos viviendo en un stud del hipódromo correntino fue una de ellas. En nuestro boletín del mes de julio reflejamos la situación que estaba atravesando esta familia: tras perder un juicio por desalojo, que después de 20 años le ganara el dueño de la propiedad en que vivía por usurpación, se vieron obligados a albergarse de manera momentánea en una caballeriza del hipódromo General San Martín de nuestra ciudad, que un “compadre” les prestara.
HOY ESTÁN ESPERANDO MUDARSE A SU PROPIA CASA, que se les consiguiera mediante el accionar del IN.VI.CO. (Instituto de Viviendas de Corrientes), la Subsecretaría de Desarrollo Humano, y el CICSO.La vivienda adjudicada está ubicada en el Barrio Patono de nuestra ciudad, de la que se le entregarían las llaves antes del 28 de diciembre. A pesar de percibir el Plan Familia, estipulado en $ 400 cada 2 meses, Eugenia acuña la ilusión de instalar un negocio propio, como una verdulería o un mini kiosco, para convertir esa inversión en el sustento de su familia a partir de ahora.La alegría y la expectativa generada en esta familia al conocer esta Buena Nueva fue impresionante. Es que no cuesta imaginar el sentimiento de Eugenia y sus hijos al enterarse que, gracias al accionar en conjunto del Estado, la Iglesia, y las organizaciones de la sociedad civil, se mudarían en un tiempo breve, haciéndose dueños de ella.Esta historia tuvo un final feliz, porque los finales felices son posibles, y existen, en la medida en que todos nos comprometamos con el rol que nos toca ejercer, desde el lugar en el que estemos. No importa cuál sea, siempre podemos aportar nuestro grano de arena para la construcción de una sociedad más justa y solidaria.
ANTECEDENTES
La vivienda original no era más que una casilla de madera, pero al menos contaba con las instalaciones mínimas de luz y agua potable que requiere cualquier ser humano. En cambio, el stud es una construcción de cuatro paredes y en forma de tinglado, con techo a dos aguas, edificado especialmente para albergar caballos. Está dividido en 8 compartimientos pequeños, pensado cada uno de ellos para un animal a la vez, y su piso es de aserrín, material que facilita la limpieza de la materia fecal de los animales.En ese ambiente, usando sólo 4 de esos espacios, “viven” hasta el día de hoy Eugenia y su familia, utilizando uno como improvisada cocina; dos para dormir; y el último es “el baño”, en este caso sólo para asearse, pues obviamente no posee las instalaciones de uno como tal.En los compartimientos restantes se encuentran los caballos, huéspedes originales del lugar, que allí pasan sus días. Es decir, estas personas deben vivir, comer, dormir, e higienizarse, en los compartimientos que se encuentran al lado de estos animales.Allí se ampara Eugenia con sus hijos Miguel Ignacio, de 20 años; Esteban de la Cruz, de 13 años; Gustavo Daniel, de 11; Laura Belén, dos años menor; Rita, de 8; Angel David, de 5; y Brisia Lorelei, con apenas 24 meses. “Yo estoy desesperada”, había manifestado Eugenia hace medio año, “más que nada por mis hijos, porque no quiero que vivan así. Yo quiero tenerlos sentados alrededor de una mesa, y poder estar en casa para cuidarlos y controlarlos”.
TRABAJO CONJUNTO
Esta situación fue conocida en principio por la asistente social Adriana Rodríguez, perteneciente al personal de la Subsecretaría de Desarrollo Humano, que realizó el primer informe, describiendo las condiciones de vida de esta familia y la urgencia de cambiarlas. Pero este informe también serviría de puntapié inicial para encontrar una solución definitiva a través de los distintos estamentos del Estado. A partir de allí, se realizó un contacto con el CICSO, ya que parte de su trabajo se desarrolla en el barrio del predio hípico, llamado Pueblito de Buenos Aires. Y fue así que se logró el primer contacto con Eugenia y su familia, encuentro que se publicó en CICSO ÑEE, como dijimos antes.Los meses pasaron y siguieron su curso, y así también las instancias para llegar a una respuesta concreta para los Valenzuela. En el medio fuimos testigos de varios gestos de solidaridad de gente que, leyendo el artículo en el boletín, se movilizaron para conseguir elementos necesarios para la vida diaria de este grupo familiar, tanto personas extrañas como los propios vecinos de Eugenia, que consiguieron acercarle camas y colchones, ropa y calzados, y alimentos no perecederos. Esta demostración de amor al hermano, también la reflejamos en nuestra revista unos meses más tarde, para, a través del accionar de esta barriada, brindar a la comunidad correntina un mensaje de esperanza.