GLOBALIZACIÓN DE LA SOLIDARIDAD
La globalización es uno de los temas que más intensamente se debaten en las agendas políticas del presente. Este asunto, como todos los que afectan a la gran familia humana y a toda la obra creadora de Dios, interesa al Magisterio de la Iglesia y así podemos leer en la Exhortación Apostólica de Juan Pablo II “Ecclesia in América”, de 1999:
“La Iglesia, aunque reconoce los valores positivos que la globalización comporta, como el fomento de la eficiencia y el incremento de la producción y que, con el desarrollo de las relaciones entre los diversos países en lo económico, puede fortalecer el proceso de unidad de los pueblos, mira con inquietud los aspectos negativos derivados de ella. Tales como, por ejemplo, la atribución de un valor absoluto a la economía, el desempleo, la disminución y el deterioro de ciertos servicios públicos, la destrucción del ambiente y de la naturaleza, el aumento de las diferencias entre ricos y pobres, y la competencia injusta que coloca a las naciones pobres en una situación de inferioridad cada vez más acentuada.”
Más adelante, el mismo Documento nos dice: “La economía globalizada debe ser analizada a la luz de los principios de la justicia social, respetando la opción preferencial por los pobres que deben ser debidamente capacitados para protegerse en una economía globalizada… La Iglesia en América está llamada no sólo a promover una mayor integración entre las naciones, contribuyendo a crear una cultura globalizada de la solidaridad, sino también a colaborar, con medios legítimos, en la reducción de los efectos negativos de la globalización. La Iglesia ha de alentar también a los organismos internacionales del continente en la búsqueda de un orden económico más justo, en la distribución equitativa de bienes y la promoción integral de los pueblos, tendiendo al logro del bien común nacional e internacional.”
A la luz de este documento y teniendo presente los últimos acontecimientos vividos en nuestro país en oportunidad de la realización de la IV Cumbre de las Américas, qué importante que los católicos reflexionemos sobre este tema, y, no olvidando que los laicos somos Iglesia, nos interroguemos:
¿estamos contribuyendo a crear una cultura globalizada de la solidaridad?, desde el lugar, función o responsabilidad que tenemos en la sociedad, ¿colaboramos en la reducción de los efectos negativos de la globalización?, ¿nos informamos sobre este tema? Con nuestras conductas sociales, ¿promovemos la solidaridad y la justicia, contribuyendo a que se haga efectiva la paz?
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