La crisis del sistema democrático que atraviesa América Latina
Por Mariana Leconte. – En nuestra segunda entrega de las ponencias del Congreso Internacional de Teología, Filosofía y Ciencias Sociales, que se realizó en San Miguel (Provincia de Buenos Aires), ofrecemos hoy las reflexiones del doctor Arturo Valenzuela, director del Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown, quien se refiere a la crisis del sistema democrático en América Latina.
“Esta crisis –dijo el profesional-, es doble. En primer lugar, se trata de una crisis de representación, producto de la brecha entre la ciudadanía y la representación política y las instituciones estatales. Para hacer frente a este trance, es necesaria la creación de mecanismos nuevos de participación que posibiliten la fiscalización de la gestión pública por parte de los ciudadanos y contribuyan a un ejercicio más transparente y responsable de la autoridad. La posibilidad de la fiscalización protege la democracia también en tanto contribuye a que la ciudadanía otorgue una cierta autonomía a la autoridad, basada en la confianza –y la legitimación del régimen- que esta apelación al control popular concede”.
En segundo lugar, se trata de una crisis de gobernabilidad. La capacidad de gestión, fundamental para el éxito de todo gobierno, depende de un mapa político con un partido coherente mayoritario o con una coalición coherente de partidos mayoritarios. La tesis central de Valenzuela sostiene que “por diversos factores particulares de nuestra idiosincracia política, el sistema presidencial no contribuye, mejor aún, es uno de las factores fundamentales del fracaso de los gobiernos y el debilitamiento del régimen democrático en Latinoamérica. Los sistemas parlamentarios –afirmó Valenzuela- garantizan mejor los gobiernos eficientes, precisamente porque pueden configurar con mayor facilidad gobiernos de mayoría, especialmente en sistemas multipartidistas, de fragmentación partidaria”.
Tendencia, desprestigio y control débil
Entre los factores mencionados se encuentran para el disertante: la tendencia al centralismo (esto es, a un peso muy superior del Estado nacional frente a los Estados locales), el desprestigio de los tribunales constitucionales, un control débil del poder militar por el poder civil (lo que llevó a interrupciones de los períodos democráticos por gobiernos de facto) y, fundamentalmente, las importantes diferencias de fondo entre partidos y al interior mismo de los partidos: Los partidos políticos en América Latina, a diferencia de los norteamericanos, son el producto de una tradición donde las diferencias ideológicas son fuertes y, por tanto, dificultan el consenso en un proyecto común de nación. Por ello se explica la tendencia hacia el multipartidismo en Sudamérica (y no al bipartidismo sin grandes diferencias como en EEUU), o sistemas bipartidistas muy divididos internamente.
La consecuente debilidad de los gobiernos elegidos se debe, entonces, a que “los sistemas presidenciales en contextos multipartidistas son sistemas de doble minoría, donde el presidente tiene solo una minoría del electorado y, al ser elegido, se encuentra con apoyo minoritario en el Parlamento”.
El peso simbólico
Una reacción frecuente de los presidentes ante esta situación es la de apelar directamente al pueblo, olvidando rápidamente su débil apoyo real. “El peso simbólico increíble del presidencialismo tiende a deslumbrar al político más modesto, dándole un carácter de representación casi plebiscitaria, donde solo él se cree el representante legítimo de la Nación por sobre los intereses particulares y mezquinos representados en el Congreso”.
Por ello, la tesis de Valenzuela que ve al parlamentarismo como mejor opción se sostiene en la convicción de que “sociedades complejas, con sistemas multipartidistas requieren lógicas políticas que incentiven la colaboración, que permitan crear las coaliciones necesarias para gobernar”. Por último, frente a la pregunta acerca de cómo lograr en América Latina una democracia estable desde el conocimiento de la realidad política de nuestros países –y no desde el mero trasplante de modelos ajenos a ella- Valenzuela reiteró que “lo lógico para sociedades con sistemas de partidos fragmentados o multipartidistas, donde un presidente no puede contar con la posibilidad de crear mayorías estables para gobernar, es transitar a un sistema parlamentario”.
martes, septiembre 19, 2006
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