lunes, febrero 23, 2009

Opinión


Exhortan a colegios católicos a no perder su identidad y misión

Ya estamos en la cuenta regresiva para el inicio de clases del período lectivo 2009.
Muchos tutores y padres se encuentran recorriendo –quizás- las distintas librerías de nuestra ciudad para la compra de útiles y ropas escolares buscando por supuesto el mejor precio.
Los padres que todavía gozan de un trabajo digno, buscan ubicar a sus hijos en colegios semi-privados o privados. Entre ellos se encuentran varios que pertenecen a la Arquidiócesis de Corrientes.
No es fácil que un niño ingrese sin inconvenientes a un colegio privado. Es que la demanda es tan grande que a veces, lamentablemente, no queda otra que decirle al padre o tutor: `No hay más vacante’.
Ahora bien, en verdad, ¿qué buscan los padres al ubicarlos a sus hijos en colegios católicos: una verdadera y sólida formación religiosa o simplemente un ambiente más seguro y sereno, un buen nivel académico, entre otras cosas?
Este fue uno de los grandes interrogantes que se reflexionó recientemente en el 46º Curso de Rectores, que se llevó a cabo en la sede del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la ciudad de Buenos Aires, organizado por el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC).

El tema
El tema que se abordó en la oportunidad fue: “Práctica docente, con lo clásico hacia la calidad educativa – Familia y realidad social”.
Algunos rectores de los colegios católicos de nuestra Arquidiócesis participaron –como todos los años- de este curso que tiene como objetivo, entre otros, de animar a los profesionales de la educación a encarar con todo un nuevo ciclo lectivo.
Por supuesto que no pudo estar ausente en esta oportunidad el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, quien es actualmente el presidente de la Comisión Episcopal de Educación Católica. El prelado recordó que “el proceso educativo que se lleva a cabo en la escuela católica es un servicio que se brinda a las familias que confían a ella sus hijos y a la sociedad toda”.
Por su parte el Arzobispo de La Plata señaló que “en la realización concreta de la tarea de educar, la escuela interactúa con las familias y con el contexto social y cultural. En el caso de procesos normales y deseables, se registra una valiosa continuidad entre la formación que el niño recibe en la casa y la educación escolar. Pero debemos reconocer que esta feliz y fructuosa interacción es, en muchísimos casos, un ideal inalcanzable”.

La motivación
Precisó asimismo que “entre tantos otros problemas que se registran en nuestras instituciones –como ocurre también en las de gestión estatal- menciono un hecho que por lo corriente ya no nos llama la atención: la mayoría de las familias –espero no exagerar al hablar de mayoría- que envían sus hijos a escuelas de la Iglesia no lo hacen porque aspiran con plena conciencia a que esos niños sean formados como católicos; buscan un ambiente más seguro y sereno, un buen nivel académico, menos huelgas docentes y otros valores apreciables pero que no hacen a la identidad de la escuela católica y a su función evangelizadora”.
Esta última reflexión es una exhortación que cabe bien también para la familia educativa religiosa existente en nuestra Arquidiócesis. En otras palabras, el Pastor nos invita a que nuestros colegios católicos no pierdan su identidad y misión. Esa debería ser la preocupación primera. Las otras cuestiones deberían estar en un segundo orden. La invitación no es nueva. Ya se había escuchado en los encuentros organizados por la Junta Arquidiocesana de Educación Católica. Es hora de poner en práctica este ideal. El compromiso debería ser de todos (familia, directivos, docentes y alumnos). Es cuestión de proponérselo.



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