jueves, octubre 19, 2006

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El destino universal de los bienes

Este es el segundo principio de la Doctrina Social de la Iglesia, íntimamente vinculado al concepto de “propiedad privada”, el que, a pesar del tiempo y las transformaciones sociales que se fueron dando a lo largo de la historia, continúa siendo tema de debate y preocupación pues afecta directamente al Bien Común y, por lo tanto, a la dignidad de la persona humana.
Para obtener ayuda en el discernimiento de los acontecimientos de la realidad que nos toca vivir hoy y que directa o indirectamente están vinculados al tema, es oportuno releer alguno de los documentos del Magisterio Social de la Iglesia referidos al mismo; el Vaticano II, en Gaudium Et Spes (sobre la Iglesia en el mundo actual) nos dice: “La propiedad privada o un cierto dominio sobre los bienes externos aseguran a cada cual una zona absolutamente necesaria de autonomía personal y familiar, y deben ser considerados como una ampliación de la libertad humana…La propiedad privada, por su misma naturaleza, tiene también una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes”. Más adelante señala: “El hombre, usando estos bienes, no debe considerar las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechen a el solamente, sino también a los demás”. Ya en el Génesis 1,26-29 encontramos que el origen de todo lo que es un bien surge de la voluntad de Dios que creó el mundo y al hombre para que lo domine con su trabajo. Pero lamentablemente, no siempre hemos tenido claro que la propiedad privada no es absoluta, sino que tiene que estar subordinada al bien común, no comprendimos cabalmente su índole social, y que cuando hablamos de destino universal de los bienes significa que todos los miembros de la sociedad y no unos pocos tienen derecho a los mismos, también es importante que no olvidemos que directamente vinculado a la propiedad privada esta el derecho y el deber de conservar y acrecentar los bienes mediante la fuerza del trabajo.
Cuando decimos “propiedad privada” generalmente, nos referimos a la propiedad de la tierra y por eso, en un país como el nuestro, tan extenso y con escasa densidad demográfica, donde es difícil el acceso a la tierra, con un campo cada vez más despoblado y donde fueron creciendo las concentraciones urbanas ¿no sería oportuno que nuestros dirigentes, autoridades, gobernantes tuvieran en cuenta estas circunstancias para que de una vez por todas trabajen para el Bien Común del pueblo, propiciando políticas que alienten a los campesinos a permanecer en su tierra, trabajarla, forma su familia, disfrutar de su cultura?.La Carta Encíclica “Centesimus Annus” de Juan Pablo II (1991) nos dice: “Existe otra forma de propiedad, concretamente en nuestro tiempo, que tiene una importancia no inferior a la de la tierra: es la propiedad del conocimiento, de la técnica, del saber. En este tipo de propiedad mucho mas que los recursos naturales, se funda la riqueza de las naciones industrializadas”. Continúa más adelante: “Si en otros tiempos el factor decisivo de la producción era la tierra y luego lo fue el capital, hoy día el factor decisivo es cada vez más el hombre mismo, es decir, su capacidad de conocimiento, que se pone de manifiesto mediante el saber científico, y su capacidad de organización solidaria, así como la de intuir y satisfacer las necesidades de los demás”. Con conceptos tan claros, reflexionemos ahora sobre estos tres elementos fundamentales que hacen al Bien Común y a la dignidad de la persona. ¿Cuántos compatriotas nuestros y hermanos de Latinoamérica acceden en la actualidad a estos tipos de ‘propiedad privada’: de la tierra y/o del conocimiento? ¿Y a un trabajo digno? Muy pocos, si tenemos en cuenta los altos índices de pobreza y marginalidad. Dentro de este contexto Juan Pablo II, en la carta Encíclica a la que ya se hizo referencia, continúa diciendo “a los pobres, a la falta de bienes materiales se ha añadido la del saber y de conocimientos, que les impide salir del estado de humillante dependencia”. Sólo con más educación, más salud, más trabajo y con una equitativa distribución de la riqueza, se podrá superar el estado de exclusión y marginalidad en que se encuentran muchos hermanos nuestros. Es bueno preguntarse: ¿nuestros gobernantes, están haciendo algo en esta dirección? Y nosotros qué hacemos?.

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