"La pobreza no se soluciona con Ligadura de Trompas, sino con equidad"
Corrientes, 10 de diciembre de 2007. - El obispo de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, reveló que alguien le preguntó, durante la reciente peregrinación jubilar a Loreto, “qué se puede hacer para que estas mujeres (aborígenes), tengan menos hijos, porque qué vamos a hacer con tantos indígenas después”.
“El comentario es revelador y lamentablemente expresa el pensamiento de muchos. Literalmente podremos hacer el paralelo con algunos funcionarios, ministros, organizaciones... quienes afirman habitualmente ‘qué podemos hacer para que las madres pobres tengan menos hijos, porque qué vamos a hacer con tantos pobres después’”, comparó.
El prelado destacó que “en el primer caso la fecundidad de las madres indígenas les permitió sobrevivir y perdurar en la historia, quizá simplemente ‘vivir’”, y en relación con las madres pobres, consideró que “habrá que responder que la pobreza no se soluciona con ligadura de trompas (de falopio) u otros instrumentos contra la ecología humana, sino con mayor equidad y justicia social. En esto se pondrá en juego el bien común y la esperanza”.
‘Los rostros de Cristo’
Recordó en este sentido que el Documento Conclusivo de Aparecida señala que “si esta opción (por los pobres) está implícita en la fe cristológica, los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: ‘Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo’. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron”.
Monseñor Martínez aseguró que “de nuestra fe en Cristo, brota también la solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por ser sujetos de cambio y transformación de su situación”, y sostuvo que “el servicio de caridad de la Iglesia entre los pobres es un ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral”.
La raíz de nuestros males
“El egoísmo y la falta del sentido del bien común están en la raíz de nuestros males. En este domingo de adviento la Palabra de Dios nos exhorta a que estemos prevenidos, porque el Señor vendrá a la hora menos pensada. Evidentemente nuestra sociedad necesita convertirse al bien común y a la justicia. La esperanza cristiana nos impulsa a sentirnos responsables para revertir el flagelo de la exclusión”, concluyó.
Fuente: Agencia Informativa Católica Argentina (AICA)
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