"Queridos hermanos y hermanas, después del gran Papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela que el Señor sepa trabajar con instrumentos insuficientes y me entrego a vuestras oraciones. En la alegría del Señor y con su ayuda permanente, trabajaremos y con María, su madre, que está de nuestra parte”.
Estas fueron las primeras palabras que el Papa Benedicto XVI, sucesor número 264 del apóstol Pedro, dirigió al pueblo a minutos de haber sido elegido por sus compañeros en el cónclave. Así recibió su ministerio, así lo inauguró delante de una multitud que lo esperaba sedienta en la Plaza de San Pedro de la ciudad del Vaticano, en Roma.
El cardenal Joseph Ratzinger nació hace 78 años en Marktl am Inn, en la diócesis de Passau, Alemania, el 16 de abril de 1927. Su padre, comisario de la gendarmería, provenía de una antigua familia de agricultores de la Baja Baviera. Participó en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial en los servicios auxiliares antiaéreos.
Desde 1946 estudió filosofía y teología en la universidad de Munich y en la escuela superior de Filosofía y Teología de Freising, hasta 1951, que fue ordenado sacerdote e iniciaba su actividad de profesor. En 1953 se doctoró en Teología.
En su primera homilía, pronunciada durante la misa de inauguración de su pontificado, Ratzinger comentó que no necesitaba presentar su programa de gobierno, pues “el verdadero programa es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por El, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia.”
“Conocer lo que Dios quiere, la voluntad de Dios, en vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifica - quizás a veces de manera dolorosa - y nos hace volver de este modo a nosotros mismos. Y así, no servimos solamente a El, sino también a la salvación de todo el mundo, de toda la historia”, aclaró.
Resaltó además que es un “débil siervo de Dios para asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana”, y que será capaz de llevarlo a cabo “gracias a toda la muchedumbre de los santos. Nunca podría soportarlo yo solo. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce. Y me acompañan, queridos amigos, vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza. En efecto, todos nosotros somos la comunidad de los santos.”
“La Iglesia está viva, y es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro. La Iglesia está viva porque Cristo está vivo, porque él ha resucitado verdaderamente”, agregó.
Pero para saber quién es Joseph Ratzinger, tenemos al alcance de nuestras manos, entre otras cosas, los ritos de inicio de su pontificado, que caracterizaron su primera misa solemne: el palio, el Anillo del Pescador, y la visita al sepulcro de San Pedro, con las que ha querido darle un fuerte valor simbólico para resaltar la dimensión «petrina» de su ministerio. El palio es un antiguo símbolo episcopal tejido en lana pura, que los obispos romanos llevan desde el siglo IV sobre los hombros para simbolizar el yugo de Cristo, y que recuerda las imágenes de Jesús Buen pastor, como si se tratara de una oveja perdida. La representación del palio se completa con cinco cruces rojas, que recuerdan las llagas del Crucificado y unos alfileres, símbolo de los clavos. El anillo del Pescador simboliza la imagen de San Pedro, la barca y las redes, y por eso su nombre, pues el primer Papa fue aquel pescador que, creyendo en la palabra de Jesús, echó su red fuera de la barca y pescó milagrosamente una gran cantidad de peces. La visita al sepulcro de San Pedro es para que Pedro comience desde donde está Pedro, porque no ha sido elegido sucesor de Juan Pablo II, sino de Pedro. El Santo Padre también realizó una visita a la basílica de San Pablo Extramuros, donde se custodia la tumba de San Pablo, para expresar el lazo inseparable de la Iglesia de Roma con el apóstol Pablo, pues Pedro y Pablo son los dos fundadores de la Iglesia de Roma.
También es posible conocerlo a través de sus obras publicadas, que hasta la fecha suman más de treinta, entre los que se destacan "Introducción al Cristianismo", una recopilación de lecciones universitarias publicadas en 1968 sobre la profesión de fe apostólica, y "Dogma y revelación", de 1973, una antología de ensayos, predicaciones y reflexiones dedicadas a la pastoral.
Nuestro Arzobispo, Monseñor Castagna resaltó que Benedicto XVI es “un don del Espíritu Santo para la Iglesia y el mundo, y hay que recibirlo como tal”, y anunció que el Episcopado está preparando su “adhesión a su Magisterio y a su condición de pastor”.
Por su parte, Monseñor Luis Stockler, obispo de la localidad de Quilmes, definió a nuestro nuevo Papa como “un hombre de Dios, un hombre inteligente y un hombre humilde”, y remarcó este último rasgo, al relatar que “es habitual verlo, con su portafolio y su boina, recorrer las calles de Roma, sin ninguna ostentación. Nos va a sorprender por la profundidad de sus pensamientos y también por la humildad de su persona”.
El Padre Silvano Berlanda, del Uruguay, escribió en el Diario Eco de ese país, que “Benedicto XVI es un teólogo brillante, que nos ha entusiasmado con su claridad, unida a la profundidad. Y en las pocas palabras, los 40 segundos con que se presentó en el balcón de la Basílica de San Pedro, podemos intuir un condensado de cincuenta años de reflexión teológica y de espiritualidad”.
Y agregó al final que “el papa es, antes que nada, un regalo del Señor, y los regalos se reciben con agradecimiento, sabiendo descubrir más allá, y detrás del mismo regalo, el cariño y la providencia de Aquel que nos lo regaló”.
Estas fueron las primeras palabras que el Papa Benedicto XVI, sucesor número 264 del apóstol Pedro, dirigió al pueblo a minutos de haber sido elegido por sus compañeros en el cónclave. Así recibió su ministerio, así lo inauguró delante de una multitud que lo esperaba sedienta en la Plaza de San Pedro de la ciudad del Vaticano, en Roma.
El cardenal Joseph Ratzinger nació hace 78 años en Marktl am Inn, en la diócesis de Passau, Alemania, el 16 de abril de 1927. Su padre, comisario de la gendarmería, provenía de una antigua familia de agricultores de la Baja Baviera. Participó en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial en los servicios auxiliares antiaéreos.
Desde 1946 estudió filosofía y teología en la universidad de Munich y en la escuela superior de Filosofía y Teología de Freising, hasta 1951, que fue ordenado sacerdote e iniciaba su actividad de profesor. En 1953 se doctoró en Teología.
En su primera homilía, pronunciada durante la misa de inauguración de su pontificado, Ratzinger comentó que no necesitaba presentar su programa de gobierno, pues “el verdadero programa es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por El, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia.”
“Conocer lo que Dios quiere, la voluntad de Dios, en vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifica - quizás a veces de manera dolorosa - y nos hace volver de este modo a nosotros mismos. Y así, no servimos solamente a El, sino también a la salvación de todo el mundo, de toda la historia”, aclaró.
Resaltó además que es un “débil siervo de Dios para asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana”, y que será capaz de llevarlo a cabo “gracias a toda la muchedumbre de los santos. Nunca podría soportarlo yo solo. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce. Y me acompañan, queridos amigos, vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza. En efecto, todos nosotros somos la comunidad de los santos.”
“La Iglesia está viva, y es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro. La Iglesia está viva porque Cristo está vivo, porque él ha resucitado verdaderamente”, agregó.
Pero para saber quién es Joseph Ratzinger, tenemos al alcance de nuestras manos, entre otras cosas, los ritos de inicio de su pontificado, que caracterizaron su primera misa solemne: el palio, el Anillo del Pescador, y la visita al sepulcro de San Pedro, con las que ha querido darle un fuerte valor simbólico para resaltar la dimensión «petrina» de su ministerio. El palio es un antiguo símbolo episcopal tejido en lana pura, que los obispos romanos llevan desde el siglo IV sobre los hombros para simbolizar el yugo de Cristo, y que recuerda las imágenes de Jesús Buen pastor, como si se tratara de una oveja perdida. La representación del palio se completa con cinco cruces rojas, que recuerdan las llagas del Crucificado y unos alfileres, símbolo de los clavos. El anillo del Pescador simboliza la imagen de San Pedro, la barca y las redes, y por eso su nombre, pues el primer Papa fue aquel pescador que, creyendo en la palabra de Jesús, echó su red fuera de la barca y pescó milagrosamente una gran cantidad de peces. La visita al sepulcro de San Pedro es para que Pedro comience desde donde está Pedro, porque no ha sido elegido sucesor de Juan Pablo II, sino de Pedro. El Santo Padre también realizó una visita a la basílica de San Pablo Extramuros, donde se custodia la tumba de San Pablo, para expresar el lazo inseparable de la Iglesia de Roma con el apóstol Pablo, pues Pedro y Pablo son los dos fundadores de la Iglesia de Roma.
También es posible conocerlo a través de sus obras publicadas, que hasta la fecha suman más de treinta, entre los que se destacan "Introducción al Cristianismo", una recopilación de lecciones universitarias publicadas en 1968 sobre la profesión de fe apostólica, y "Dogma y revelación", de 1973, una antología de ensayos, predicaciones y reflexiones dedicadas a la pastoral.
Nuestro Arzobispo, Monseñor Castagna resaltó que Benedicto XVI es “un don del Espíritu Santo para la Iglesia y el mundo, y hay que recibirlo como tal”, y anunció que el Episcopado está preparando su “adhesión a su Magisterio y a su condición de pastor”.
Por su parte, Monseñor Luis Stockler, obispo de la localidad de Quilmes, definió a nuestro nuevo Papa como “un hombre de Dios, un hombre inteligente y un hombre humilde”, y remarcó este último rasgo, al relatar que “es habitual verlo, con su portafolio y su boina, recorrer las calles de Roma, sin ninguna ostentación. Nos va a sorprender por la profundidad de sus pensamientos y también por la humildad de su persona”.
El Padre Silvano Berlanda, del Uruguay, escribió en el Diario Eco de ese país, que “Benedicto XVI es un teólogo brillante, que nos ha entusiasmado con su claridad, unida a la profundidad. Y en las pocas palabras, los 40 segundos con que se presentó en el balcón de la Basílica de San Pedro, podemos intuir un condensado de cincuenta años de reflexión teológica y de espiritualidad”.
Y agregó al final que “el papa es, antes que nada, un regalo del Señor, y los regalos se reciben con agradecimiento, sabiendo descubrir más allá, y detrás del mismo regalo, el cariño y la providencia de Aquel que nos lo regaló”.
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