lunes, septiembre 22, 2008

Nota de actualidad


¿Qué dice la Iglesia acerca de las personas homosexuales?

La unión civil homosexual que se produjo en nuestro país entre un conocido diseñador y su pareja volvió a despertar polémica en la sociedad.
En el año 1986, más precisamente el 1 de octubre, la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyo Prefecto era en ese entonces Joseph Ratzinger (hoy nuestro Santo Padre Benedicto XVI), publicó una “Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales”.
En ese documento la Iglesia reconoce que “el problema de la homosexualidad y del juicio ético sobre los actos homosexuales se ha convertido cada vez más en objeto de debate público, incluso en ambientes católicos”.
Asimismo, en esa carta, “no se puede afrontar un desarrollo exhaustivo de tan complejo problema; la atención se concentrará más bien en el contexto específico de la perspectiva moral católica” fundada “sobre la razón humana iluminada por la fe y guiada conscientemente por el intento de hacer la voluntad de Dios”.
Esta declaración precisa que “la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsicamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada”.
Pero la Iglesia, como Madre, entiende que “quienes se encuentran en esta condición deberían, por tanto, ser objeto de una particular solicitud pastoral, para que no lleguen a creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción moralmente aceptable”.
Para una “comprensión adecuada de los problemas puestos por la homosexualidad”, la Iglesia nos dice que debemos recurrir a “la teología de la creación, presente en el libro del Génesis” donde “suministra” uno de los puntos fundamentales de esta problemática. “Dios, en su infinita sabiduría y en su amor omnipotente, llama a la existencia a toda la creación como reflejo de su bondad. Crea al hombre a su imagen y semejanza como varón y hembra. Los seres humanos, por consiguiente, son criaturas de Dios, llamadas a reflejar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del Creador. Ellos realizan esta tarea de manera singular, cuando cooperan con él en la transmisión de la vida, mediante la recíproca donación esponsal” (artículo 6 del documento).
En otro orden de cosas, la Iglesia “celebra en el sacramento del matrimonio el designio divino de la unión del hombre y de la mujer, unión de amor y capaz de dar vida. Sólo en la relación conyugal puede ser moralmente recto el uso de la facultad sexual. Por consiguiente, una persona que se comporta de manera homosexual obra inmoralmente”.
También la carta agrega: “Optar por una actividad sexual con la persona del mismo sexo equivale a anular el rico simbolismo y el significado, para no hablar de los fines, del designio del Creador en relación con la realidad sexual. La actividad homosexual no expresa una unión complementaria, capaz de transmitir la vida, y por lo tanto contradice la vocación a una existencia vivida en esa forma de autodonación que, según el evangelio, es la esencia misma de la vida cristiana. Esto no significa que las personas homosexuales no sean a menudo generosas y no se donen a sí mismas, pero cuando se empeñan en una actividad homosexual refuerzan dentro de ellas una inclinación sexual desordenada, en sí misma, caracterizada por la autocomplacencia”.
“Como sucede en cualquier otro desorden moral –continúa la carta-, la actividad homosexual impide la propia realización y felicidad porque es contraria a la sabiduría creadora de Dios”.
“La Iglesia –concluye el artículo 7-, cuando rechaza las doctrinas erróneas en relación con la homosexualidad, no limita sino que más bien defiende la libertad y la dignidad de la persona, entendidas de modo realístico y auténtico”.
El documento, en su capítulo 12, hace este interrogante: “¿Qué debe hacer entonces una persona homosexual que busca seguir al Señor?”. Y la respuesta es: “Sustancialmente, estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición”.
Entre otras cosas, la carta “anima a los Obispos para que promuevan en sus diócesis una pastoral que, en relación con las personas homosexuales, esté plenamente de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia”.
“Un auténtico programa pastoral ayudará a las personas homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual, mediante los sacramentos y en particular a través de la frecuente y sincera confesión sacramental, mediante la oración, el testimonio, el consejo y la atención individual”.
Cabe señalar que el tema de la homosexualidad no se agota en estas líneas, pero es importante conocer qué dice la Iglesia Católica al respecto. Las personas homosexuales también son hijas de Dios que necesitan ser contenidas de una manera preferencial.

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