martes, septiembre 02, 2008

¿El amor muere cada vez más rápido?


El matrimonio, fundamento de la familia

Hace poco tiempo, en un medio gráfico local, dieron a conocer un artículo titulado: “El amor muere cada vez más rápido”.
Es que, según el informe periodístico, el Registro Provincial de las Personas, en Corrientes, arrojó datos de que unas ochenta parejas se casan por mes. Sin embargo, en ese tiempo, también un promedio de 50 parejas presentan demandas ante la Justicia para obtener el divorcio.
La pregunta que nos cabe hacer es la siguiente: en verdad, ¿el amor muere cada vez más rápido? Nos parece que existe un mal entendido cuando se habla de la palabra matrimonio. O bien, las personas que desean contraer matrimonio, desconocen sus derechos y obligaciones, o simplemente no tienen vocación para esa misión específica.
Hoy nuestra sociedad, muchas veces, nos quiere ‘convencer’ que ‘romper’ los lazos matrimoniales es algo ‘normal’ o ‘común’. En cambio para los cristianos sabemos que el matrimonio es un llamado de Dios y es una ‘empresa’ del Señor en el cual los cónyuges están dispuestos a colaborar con el Creador.

Lo que nos dice la DSI
El Centro de Investigación y Capacitación Social (CICSO), dependiente del Arzobispado de Corrientes, desea compartir con los lectores algunas consideraciones sobre el matrimonio a la luz del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).
En la Segunda parte del Compendio de la DSI, en su capítulo quinto, punto II, nos habla del “Matrimonio, fundamento de la Familia”.
La DSI comienza diciendo que “la familia tiene su fundamento en la libre voluntad de los cónyuges de unirse en matrimonio, respetando el significado y los valores propios de esta institución, que no depende del hombre, sino de Dios mismo”.
En este párrafo la doctrina ya nos da una pista para entender que el matrimonio depende pura y exclusivamente de Dios y que no es una ‘empresa’ humana.
Más adelante aclara: “La institución matrimonial no es una creación debida a convenciones humanas o imposiciones legislativas, sino que debe su estabilidad al ordenamiento divino”.

El derecho natural al matrimonio
Asimismo es importante lo que señala en su artículo 216: “Ningún poder puede abolir el derecho natural al matrimonio ni modificar sus características ni su finalidad. El matrimonio tiene características propias, originarias y permanentes”.
Pese a los cambios permanentes que se producen en nuestra sociedad “existe un cierto sentido de la dignidad de la unión matrimonial, aunque no siempre se trasluzca con la misma claridad”.
Por eso es importante lo que resalta el Compendio mas adelante: “Esta dignidad ha de ser respetada en sus características específicas, que exigen ser salvaguardadas frente a cualquier intento de alteración de su naturaleza”.
Por su parte “el matrimonio tiene como rasgos característicos: la totalidad, en razón de la cual los cónyuges se entregan recíprocamente en todos los aspectos de la persona, físicos y espirituales; la unidad que los hace ‘una sola carne’; la indisolubilidad y la fidelidad que exige la donación recíproca y definitiva; la fecundidad a la que naturalmente está abierto”. Luego agrega: “El sabio designio de Dios sobre el matrimonio no puede ser juzgado exclusivamente a la luz de los comportamientos de hecho y de las situaciones concretas que se alejan de él”.
El amor conyugal se va a morir ‘rápido’ en la medida en que se pierdan de vista los rasgos característicos del matrimonio: totalidad, unidad, indisolubilidad, fidelidad y fecundidad. La persona que no está dispuesta a afrontar estos desafíos quiere decir que no está lista para el sacramento del matrimonio. Nuestros abuelos supieron entender bien esta ‘receta’, de allí su próspera y fecunda unión matrimonial.

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