SOLIDARIDAD
¿Qué queremos decir cuando hablamos de Solidaridad? ¿Somos verdaderamente solidarios?
En la Carta Encíclica del Papa Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis (La Preocupación Social de la Iglesia), en su punto 39 nos dice que “el ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad es válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas. Los que cuentan más al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen. Estos, por su parte, en la misma línea de solidaridad, no deben adoptar una actitud meramente pasiva o destructiva del tejido social y, aunque reivindicando sus legítimos derechos, han de realizar lo que les corresponde, para el bien de todos. Por su parte los grupos intermedios no han de insistir egoístamente en sus intereses particulares, sino que deben respetar los intereses de los demás.”
La solidaridad debe ser una actitud permanente en nuestras vidas, no una conducta aislada, sentimental y ocasional que se manifiesta con mucho entusiasmo y fuerza ante acontecimientos excepcionales que afectan a la sociedad o a algún grupo de ella. Las estructuras perversas que cada vez se instalan con más fuerza en nuestra sociedad sólo podrán ser vencidas con un ejercicio activo de la solidaridad en tanto seamos capaces de ver al “otro”, persona, grupo, pueblo, como un hermano que necesita ayuda y obremos en consecuencia.
¿Qué queremos decir cuando hablamos de Solidaridad? ¿Somos verdaderamente solidarios?
En la Carta Encíclica del Papa Juan Pablo II, Sollicitudo Rei Socialis (La Preocupación Social de la Iglesia), en su punto 39 nos dice que “el ejercicio de la solidaridad dentro de cada sociedad es válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas. Los que cuentan más al disponer de una porción mayor de bienes y servicios comunes, han de sentirse responsables de los más débiles, dispuestos a compartir con ellos lo que poseen. Estos, por su parte, en la misma línea de solidaridad, no deben adoptar una actitud meramente pasiva o destructiva del tejido social y, aunque reivindicando sus legítimos derechos, han de realizar lo que les corresponde, para el bien de todos. Por su parte los grupos intermedios no han de insistir egoístamente en sus intereses particulares, sino que deben respetar los intereses de los demás.”
La solidaridad debe ser una actitud permanente en nuestras vidas, no una conducta aislada, sentimental y ocasional que se manifiesta con mucho entusiasmo y fuerza ante acontecimientos excepcionales que afectan a la sociedad o a algún grupo de ella. Las estructuras perversas que cada vez se instalan con más fuerza en nuestra sociedad sólo podrán ser vencidas con un ejercicio activo de la solidaridad en tanto seamos capaces de ver al “otro”, persona, grupo, pueblo, como un hermano que necesita ayuda y obremos en consecuencia.
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